miércoles, 15 de agosto de 2012

Libros y castigo

     El Saltimbanqui se quitó la camisa y la metió en un bache de fango. Entró a la casa ensuciando todo. Así que lo castigué.

     -No puedes hacer eso. Estás equivocado. Te sientas ahí, estás castigado.
     -Está bien.

      -Tienes que entender que no hay problema con que se te ensucie la ropa si estás jugando, pero no puedes quitártela para ensuciarla. Y mira cómo has dejado el piso, todo asqueroso.
     Pasé el mapo y enjuagué la camisa. Él, descamisado, observó todo callado. "Lo voy a dejar castigado por lo menos diez minutos; que el castigo sea proporcional con la falta."

     -Papá, estoy aburrido.
     -Toma, aquí hay unos libros. Es lo único que puedes hacer mientras estás castigado.

     "A ver si por lo menos se interesa por la lectura aunque sea como remedio al aburrimiento." Pasó las páginas rápido, desganado. Los puso al lado. El último lo tiró contra el piso, molesto, como probándome.
      -No puedes tirar mis libros, que se dañan.

      -Pero este es mi libro.
      
       -...
    
      "No te quedes callado, no te quedes callado, no te quedes callado" Me quedé callado, era verdad, era su libro.

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