miércoles, 16 de diciembre de 2009

Interesado en servicios

Decidí dejar de ser un asalariado y convertirme en escritor a tiempo completo. Eso de ir a cazar bisontes para traerlos a la mesa es cosa del pasado. Así que busco a una mujer que me mantenga. Tiene que ser inteligente, segura de sí misma, con buen sentido del humor y mayor de treinta. No me preocupa que tenga hijos, ya que yo tengo cuatro. Me comprometo a levantarme temprano, hacer el desayuno, llevar los hijos –los propios y los añadidos a mano- a la escuela, y hacer la compra. Tendré la casa inmaculadamente limpia, los pagos al día, la comida estará hecha para cuando lleguen todos, haré las asignaciones con los chicos y escucharé con atención y sin opinar sobre los problemas laborales de mi nueva pareja. Soy un amante diligente, que sigue instrucciones y no padezco de dolores de cabeza. Eso sí, el cortar la grama y lavar los carros pasaría a ser parte de las tareas de la cónyuge. Mis manos no se pueden estropear en esos menesteres macharranes. La única condición es que se me permita escribir durante cuatro horas seguidas sin interrupciones, en silencio y en calzoncillos. Si hay alguien interesada favor de llamar al…

Irse de esa manera

...por eso me fui, porque estaba demás: era un estorbo. Cuando me acercaba, tus ojos escupían un “aquí está éste otra vez, no me deja respirar”. Y eso no. Tengo dignidad. Entendí que era el mejor momento para largarme del remolino de tu recuerdo y no mirar atrás.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Socializar

Ansioso, esperé tu llegada. El lugar estaba repleto. Entonces, apareciste con traje blanco de flores anaranjadas, amarillas y azules, con ese aire de mujer segura y de mirar distraído, encendiendo mi ilusión. Me moví estratégicamente entre la gente para que verte mejor y para que tú me vieras. Para que si te interesaba acercarte, pudieras hacerlo todo más fácil y natural. De reojo miré cuando estabas absorta en una conversación con alguna conocida. Después de variar la ubicación por tres ocasiones, por fin coincidimos. Te dije un comentario obligado sobre tu traje, por aquello de ser gentil, galante y hasta pícaro. Pero como siempre, lo tomaste por otro lado. Contigo nunca sé articular un cumplido para que lo recibas como debe ser: con agradecimiento. Es que somos tan distintos. Pero eso no me desanima. Al contrario, tienes un algo que me resulta muy cercano y que me atrae a ti. Es como si nos conociéramos desde siempre. Esto a pesar de que pensamos distinto, vemos y vivimos la vida en direcciones opuestas. Creo en la gente, tú sospechas de ellos. Pero a pesar de esto, me permito pensar que hemos llegado a entendernos. Es como si voluntariamente hubiésemos elegido habitar en alguna especie de tierra neutral donde esas diferencias no nos importan tanto.
Amistades se te acercaron y volvimos distanciarnos momentáneamente. De pronto, en esa espera de estar bien ubicado sólo para cucarte y tú no dejarte cucar, comprendí que estaba realmente aislado en ese lugar. Ninguno de los presentes se me acercó para hablarme. ¿Cómo era posible que yo, que había organizado esa actividad para unir a la comunidad, para que todos tuvieran un sentido de pertenencia, tuviera a una persona al lado para soltarle cualquier comentario sin importancia? De repente sentí que el lugar se encogió al igual que mis deseos de seguir allí.
Y fue entonces cuando comprendí que no pertenezco a este lugar, a ese mundo: tú mundo. Por eso, en el otro instante que coincidimos, en el que repentinamente llegó un extraño a hablarte con más motivación y recursos persuasivos que yo, y en el que quedé irremediablemente excluido de la conversación, entendí que debía marcharme del lugar sin ni siquiera despedirme. Todavía no me repongo de cómo tú tampoco notaste o no te importó mi ausencia.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Publicar

-¿No sentiste envidia?- Preguntó mientras caminábamos bordeando la bahía.
-¿Envidia? ¿Por? –Me hice el desentendido.
-¿Por qué le publicaron el libro a él y no a ti?
-No. No siento ninguna. Al contrario, me alegra muchísimo.
Nos detuvimos un instante. Pasó un barco y me distraje viéndolo pasar. Era un carguero, de esos que llegan llenos de mercancías inútiles y se van vacíos. A esa hora parecía una sombra, sólo tenía encendida varias luces verdes, las necesarias para que otras embarcaciones la divisaran a lo lejos. Es extraño pensar que la basura de otros lados, la recibimos aquí, pero la nuestra también se queda. Por eso nos ahogamos en tanta mierda. Todo entra pero nada sale.
-Pensé que sí, que estabas molesto- Casi lo susurró, como si temiera sacarme de mis reflexiones.
-Publicar es una gran responsabilidad. Además, ya me iban a publicar, yo le dije que esperara a que terminara de escribir lo nuevo. Lo que he escrito hasta ahora no merece publicarse.
-¿Tú crees? A mí me parece que sí, que tienen los méritos.
-Eso lo dices porque me aprecias.
-Eso lo digo porque lo creo.
-Uno no puede escribir con prisa. Y aquí el teatro se escribe a la ligera. Y eso es un problema. Podríamos tener mejores obras, pero por la ansiedad de llevarlas al escenario, no se pulen. Pienso que quizás una o dos de las mías podrían publicarse. Pero con lo que sé ahora, siento que deberían quedarse en la computadora.
Continuamos la caminata por los adoquines.
-Si tú lo dices. ¿Y te falta mucho?
-Sí. Tengo toda la investigación hecha. Pero este doctorado me está quitando más tiempo del que quisiera. Me paso leyendo pero novelas. Y es chévere. Me he leído casi todo lo que ha salido publicado en estos últimos años.
-¿Y qué te ha parecido?
-Que nuestra literatura es muy variada y muy compleja también. Es una pena que todo se quede aquí y no salga a otros lugares.
-Veo. ¿Y cómo eso te ha ayudado?
-Mucho y en nada. Yo creo que es mejor seguir el instinto. Absorber lo más que se pueda de las lecturas, pero seguir el instinto, escuchar la voz interior, esperar que el espíritu otorgue, como dice un profesor que me da clase, es lo mejor. Ya no estoy interesado en escribir comedias.
-¿No? A mí me gusta tu humor.
-Eso fue una etapa muy graciosa de mi vida. Pero desde que nos dejamos, ya no me dan muchas ganas de reír.
-¿O sea que es mi culpa?
-De los dos, realmente. Lo que vivo actualmente, es… diferente. Ni bueno ni malo.
-De muchos ajustes.
-Exacto, de muchos ajustes. Yo quiero que cuando publiquen algo mío, sea algo que valga la pena, que sea memorable. No quiero que se salga al mercado un producto que luego, con los años me arrepienta.
Llegamos hasta el estacionamiento multipisos. La acompañé hasta su auto.
-Gracias por acompañarme a la presentación del libro del compadre… y por el mantecado- Me dijo mientras se despedía dándome un beso en el cachete- Vete a escribir, eso lo que tienes que hacer y deja ya de auto compadecerte. No te hace bien.
-Eso haré.
Una llovizna los guió de regreso a sus respectivas casas.

martes, 3 de noviembre de 2009

...

¿Qué te costaba darme un abrazo?

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Elocuencia

Tan pronto la bibliotecaria supo que en el Sistema de Educación Pública, iban a prohibir ciertos libros, se indignó. La censura, no importa como la disfrazaran, le causaba náuseas. ¿Cuánta sangre se ha derramado para que hoy disfrutemos de libertad de expresión? ¿Por qué se siguen censurando libros que son parte de la grandeza literaria de nuestra América? ¿Hasta cuándo nos van a seguir sumiendo en la ignorancia? Se preguntaba esto mientras andaba de lado a lado por la biblioteca, con su paso lento, es caminar que la caracterizaba y que tanta burla se ganó de los estudiantes imberbes.
En esta ocasión decidió no manifestar su enojo. Con los años había aprendido que hay gestos que son más elocuentes que las pataletas. Sin ruidos ni aspamientos, sacó los libros prohibidos de las estanterías y los colocó en una mesa a la vista de todos los curiosos estudiantes con una nota que decía: “Decide tú si ameritan sacarse del currículo. No dejes que nadie piense por ti”.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Semblante

Descubrí que lo que me causa estos cambios en el estado de ánimo no es la soledad: es el cansancio. El poco dormir y el mucho trabajar me altera el humor, deambulo hipersensible y quedo terriblemente vulnerable. Anoche, después de tanto tiempo, por fin pude dormir bien por eso hoy tengo mejor semblante.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Fotografía

Me detuve a mirarla en silencio unos instantes. Allí estaba ella terminando un dibujo. Esa mujer me causa una fascinación que todavía no comprendo bien. No sé si es por cómo se ríe o por el cómo me habla , o por cómo me observa, pero me seduce y cautiva de una manera distinta, casi sin esforzarse, como un aroma que llega sin avisar. Aguardo por el momento correcto para poder confesárselo.
Con su mano derecha se acomodó el pelo sobre sus hombros y continuó concentrada en los trazos sin notar mi presencia.
-Estás como para tomarte una foto... le susurré para no sobresaltarla.
Me miró coqueta, y me sonrió como si estuviera esperando mi llegada.
-Tómala, ¿qué estás esperando?

domingo, 6 de septiembre de 2009

Bajo la lluvia

Cuando la primera gota gorda de lluvia le reventó en la cara entendió que era hora de que su hijo se diera su primera gran mojada. Pero el temor infundado por madres histéricas de que eso lo podría enfermar, lo contuvo. De chico esa era su diversión favorita: correr bajo la lluvia, el salpicar los charcos y construir represas de fango en las cunetas. Le entristecía que su hijo se estuviera perdiendo lo que verdaderamente importa en la vida: las cosas simples. No entendía porque en estos tiempos de planes médicos accesibles, de pediatras en cada esquina, de medicinas que no necesitamos, una simple lluvia causara tanto temor. Así que mandó al diablo a tanta ave de mal agüero y junto a su hijo brincó bajo la lluvia.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Vivir en la mentira

Tengo la mala costumbre de idealizar a las personas. Veo virtudes donde no las hay. Por eso cada vez que hablamos se me hace más claro que te conozco menos. Te me haces más difusa, más evasiva y más lejana. Toda una vida juntos, en la que te amé por lo que pensaba que eras. Y ahora resulta que no eres lo que creía o quizás nunca lo fuiste. La ilusión se me escapa de entre los dedos como agua de lluvia.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Éxitos

De que me vale tener éxitos profesionales si no tengo con quien compartirlos.

sábado, 22 de agosto de 2009

Convicciones

Érase una vez un gobierno que privatizó una universidad pública y los estudiantes no protestaron. Érase una vez que el estado quiso restringir el lugar dónde debía beber esos mismos estudiantes, y se formó un motín.

Versos

Entré a la librería. Tomé un libro de poesía con la intención de regalártelo. Pero la ilusión se desvanece entre mis labios fruncidos. Ya no estás. Lo tiré y salí.

martes, 18 de agosto de 2009

Olas

Estudiar es como surfiar, te tienes que mantener en la ola por más dificil que sea. Si te bajas o caes no podrás volver a subir.

viernes, 31 de julio de 2009

Economía

Érase una vez que una famacéutica inventó un medicamento para lo que no había una enfermedad. Érase una vez que la famacéutica se confabuló con el gobierno para inventar un virus. Érase una vez que ambos se conspiraron para propagar una epidemia utilizando los recursos del estado. Érase una vez que los dueños de los medios de comunicación jugaban golf con los dueños de las farmacéuticas y con los altos dignatarios del gobierno. Érase una vez que entre todos acordaron crear una histeria colectiva. Érase una vez que la gente sencilla se aterrorizó por enfermedad mortal que no existía, creyó estar infectada de una gripe altamente contagiosa, y consumió medicamentos que no necesitaba. Érase una vez que los fármacos salvaron la economía de los poderosos para que ellos pudiesen vivir en sus casas libres de contaminantes. Érase una vez que otra farmacéutica inventó otra pastilla…

lunes, 27 de julio de 2009

Cursi

Recibí este mensaje de texto de 2428 -a saber lo que ese número signifique- y quiero inmortalizarlo porque me quedé sin inspiración para siempre. "Un lápiz sin punta no puede escribir, y yo sin tu amor no puedo vivir. Quieres más piropos como este? Envía PIR al 2428".
No tengo comentarios.

domingo, 26 de julio de 2009

Allí

He viajado por el mundo entero, desde los lugares más cálidos hasta los más fríos, desde los más espléndidos hasta los más desolados. Visité palacios, monasterios, castillos, edificios, museos y cuanta belleza arquitectónica y de ingeniería que se haya inventado el ser humano. He llegado hasta los lugares más espectaculares e inhóspitos del planeta. En fin, no hay maravilla natural o artificial que en la que no haya estado.
Pero en ningún lugar me he sentido más a acogido que en la azotea de tu apartamento, cuando los dos nos acompañamos en nuestras soledades, bajo la mirada envidiosa de la luna.

jueves, 23 de julio de 2009

Lee

Los libros son como los amantes. Si son buenos, no se les puede quitar los ojos ni las manos de encima.

lunes, 20 de julio de 2009

Merlot

Me levanté temprano. Compré los ingredientes: todos frescos. Horneé pavo relleno de jamón en salsa de guayaba y cociné arroz griego. Esperé. Quería estar preparado por si llegabas de sorpresa; te divierte hacerlo. Siempre te apareces cuando estoy desprevenido. Esta vez la sorprendida serías tú.
Llegó la noche, abrí el Merlot y cené solo.

jueves, 16 de julio de 2009

De un soplido

A veces pienso que eres como un fósforo. Que te enciendes con gran intensidad, con mucha energía, mucho calor, mucha luz: una gran flama. Y que de pronto, poco a poco, ese fuego se va extinguiendo hasta apagarse. Vives la vida así, día a día, entre prendida y apagada, en busca de esa siguiente experiencia que te vuelva a incendiar nuevamente la mecha de tu existir

martes, 14 de julio de 2009

Penélope light

Te fuiste. El sirop de la tía Jemima butter lite continúa cerrado, a punto de espirarse. Sigue sellada la imitación de vainilla y está revestido de polvo el envase de la canela. Aún aguardo a que me prepares las tostadas francesas que me prometiste.

lunes, 13 de julio de 2009

De piedra y de sal

¿Te contarán que me vieron en la bahía, como cuando te dijeron que estaba con otro marinero? ¿Te balbucearán que divisaba los barcos que por allí pasaban, sentada con un niño en brazos, el mismo que le dimos vida los dos? ¿Ese que lo hicimos con saliva y algas, con arena y sal? ¿Tú, que le creíste esos cuentos de marinos, y con coraje, te fuiste a buscar a una sirena en otros puertos, para hacerle otros hijos con corales y ron? ¿Yo, que por ti me quedé anclada en este acantilado con el niño de ambos y que se convertirá en piedra porque de mis pechos solo sale leche amarga? Lo que nadie te contará es que este instante en que te alejas de estas tierras secas, en ese barco que veo zarpar hacia el horizonte para nunca volver, me estoy transformando en mangle.
Edificio 8 Apartamento 36
Uno. Techos altos

Soy el menor de cuatro hermanos. Tres varones y una hembra. Ellos son Junior, Virgen, Carmelo y yo. Mi padre, que se llamaba Anastacio, era negro como la brea y mi madre, Norma, era blanca como la leche. Mientras nacíamos, fuimos blanqueando hasta que llegué yo y salí sin pintura. Jincho. Menos mal que salimos de esa forma, lindos nos hubiésemos visto luciendo como cebras.
El nombre lo adquirí en homenaje a mi tío. Cuando mi madre estaba embarazada de mí, él estaba en Viet-Nam. Ella le hizo una promesa a la Virgen del Perpetuo Socorro, que si mi tío regresaba a salvo de la guerra y yo salía nena, me pondría de la Virgen. Pero salí varón, -sí, porque ese nombrecito no era- por eso, como él regresó sin un dolor de muelas, me pusieron su nombre: Pedro
El más lejano recuerdo que tengo es estar en el apartamento de mi mamá allá en Nueva York. La puerta de entrada tenía una vara, que se colocaba de forma diagonal entre el piso y la perilla para evitar que cualquier indeseable entrara. Era un pasillo largo, con cuartos a cada lado. Mi hermano, el más cercano en edad, solía guardar sus juguetes en la base de la ventana. Y yo, un día, decidí guardar los míos en el sofá. La cocina tenía un empapelado de limas y limones. Esos momentos se me confunden. Lo que vienen son imágenes inconexas, que no sé cuan cerca o lejos está una de otra. De lo que sí estoy seguro es de en una ocasión mi hermana se levantó temprano en la mañana, sigilosamente, a cambiar las sábanas de donde estaba durmiendo porque había orinado la cama. Mi madre dejaba la puerta abierta del baño para poder vigilarnos a todos. En otra ocasión, mami llevó a mis hermanos a la escuela. Había nevado. Tenía unos guantes de Mickey Mouse que no me gustaban. Debía tener entre dos y tres años.
Por razones que aún desconozco, me enviaron a Puerto Rico a vivir con mi abuela, en esa primera etapa de mi infancia. Así fue que comenzó mi desarrollo como persona en el Caserío Hato Grande de San Lorenzo. Los residenciales en los pueblos del interior son distintos a los del Área Metropolitana. Una de las características es que son más pequeños, más íntimos. Nunca hubo problemas de robo o de violencia. Los tecatos lo que fumaban era marihuana. Quizás usaban otras drogas, pero era bien raro y se escondían para usarlas. Lo que si había eran problemas de alcoholismo. La mayoría de la gente se conocía por sus apodos o nombres folclóricos y el ambiente era seguro.
Todos los edificios son de ocho apartamentos, cuatro en el primer piso y cuatro en el segundo, divididos por dos escaleras a cada lado. El edificio 8 comenzaba con el apartamento 33, que si se mira de frente, es el de la esquina de abajo a la izquierda. Allí vivía doña Laly, con su esposo que estaba enfermo y posteriormente le cortaron las piernas por que le dio gangrena y murió. También residía allí su hija, que era candela. Arriba, en el 34, vivía y vive doña Agripina que era viuda y un hijo que tardó muchísimo en irse. Ella era un ogro pero hacía buenos “limbers” que vendía a diez chavos. Los que más me gustaban eran los de china y los de uva. Abajo, en el 35, lo ocupaba Esteban. Él era plomero y sordo. Arriba en el 36 vivíamos nosotros: mi abuela Carmela, el hermano de mi abuela, Boné, mi tío Paco y yo. Abajo en el 37 vivía Lolito el bacalao. Era “Handyman” y era alcohólico. En el 38, vivía Monín con sus tres hijos de padres distintos: Papo, Wilfred y Heri. Uno ya era adulto, pero los otros dos eran contemporáneos conmigo. Wilfred por ejemplo, era una de las personas más talentosa que he conocido. Se pasaba construyendo replicas de naves espaciales como las de Star Wars en cartón. Pero no las unía con pega, sino que la cosía. Luego, llegó a construir robots como los dibujos animados Mazinger Z. Eran espectaculares. Si ese tipo hubiese estudiando escultura, no tengo dudas de que se hubiese destacado como uno de los mejores en el país. Pero la pobreza hace que los talentosos sigan otro rumbo. Lo último que supe de él es que vivía en Canadá y era guardabosques. Heri, su hermano menor, fue mi gran amigo por muchos años. De ese tengo muchas historias. En el 39 vivía viudo Ligorio con sus cinco hijas. Pero se mudó rápido y ese apartamento estuvo vacío por mucho años. Y en el 40 vivían Los lechuzas. Era la madre María, una doña bien flaca, una hija impedida y dos varones: Robín y Tom.
Todos los apartamentos eran de techos altos, con huecos rectangulares en la parte de arriba de las paredes para mejor ventilación, dos cuartos y un baño que estaba en la parte de atrás. Así, que si te daban ganas de alguna necesidad biológica por la noche, literalmente, había que salir afuera porque el acceso al mismo era por la parte del balcón de atrás, a la interperie. No teníamos muchas cosas. Había un comedor con un mantel de tela cubierto por uno de plástico transparente y tres sillas. En ese mismo espacio estaba la sala con un sofá y dos butacas. Un televisor a blanco y negro, con un radio que nunca apagaban, un reloj de cuerda y péndulo que jamás estuvo en hora. Al lado estaba la cocina, con una nevera, estufa de gas y los gabinetes. Una puerta con aldaba la dividía del balcón trasero. En ese balcón mi abuela sembraba matas de todo tipo en tiestos de latas de galletas “export soda” marca Sultana. Estaba el cilindro de gas de cuarenta galones, una pileta para lavar ropa y la entrada al baño. El vecino de abajo tenía un techito de zinc por el que me escabullí muchas veces sin que abuela se diera cuenta. En las paredes había un espejo, dos cuadros de tema religiosos. También estaban colgados dos pequeños cuadros, color negro que mi tío trajo de Viet-Nam -que aún conservo- y que no combinaban con nada y otro tipo acuarela que trajo del Japón. Los tomacorrientes eran altos Era un aparato que no sé como describirlo pero que se le colocaba la bombilla y también se conectaban las extensiones para darle corriente a todo los enseres del sitio.
En el cuarto de la izquierda dormía mi tío en una cama de cedro oscuro, único legado de mi abuelo que fue ebanista. Y en el cuarto de la derecha había una cama en la que dormíamos mi abuela y yo. En ese mismo cuarto, en el piso, dormía en una especie de catre, el hermano de mi abuela. El por qué dormía ahí, es algo que contaré más adelante. No había clóset. Mi tío se las ingenió para construir un triángulo en madera en el que mi abuela colgaba todos sus trajes multicolores y en la parte de arriba del mismo, guardado en latas de galletas de flores, estaban las fotos familiares. Las cosas más íntimas y de valor, mi abuela las metía en un baúl que cerraba con un candado del cual ella era la única que tenía la llave.
En la parte de atrás del edificio había una fábrica de tabaco abandonada, a la que muchas veces me metí a buscar termómetros. Eran grandes y de madera. Los usaban para el tabaco. Servía de división un gran árbol de jovillos. Era tan grande y tan espectacular, que derrumbó un muro de concreto que se habían construido para dividir los terrenos del caserío del de los de la fábrica. Trataron de tumbarlo muchas veces pero nunca pudieron. Era tan imponente que le quemaron parte del tronco haciéndose un hueco y aún así permaneció de pie. Se cayó con el huracán Hugo. Al lado derecho de la fábrica abandonada estaba un almacén de la Mueblería el Popular, una de las más prósperas del pueblo y a donde había que acudir cada vez que se acababa el gas. Sólo los que vivían en el primer piso tenían terreno. La única del segundo piso que tuvo un solar fue doña Agripina que se agenció uno de los laterales, le puso verja y ya: era de ella.
De esos primeros años casi no tengo recuerdos. Lo que sé es porque me lo han contado o porque lo he reconstruido a través de fotos. Pero no acuerdo de mucho.
De lo poco que sé de mis abuelos y de mis tíos les comentaré en la próxima entrega.
Próximo capítulo: Cupones de alimentos.