miércoles, 15 de agosto de 2012

Al regreso del viaje

     Tan pronto el Saltimbanqui me vio cuando lo fui a buscar al colegio, luego de regresar de Bogotá, se me tiró encima y me dio un abrazo bien fuerte y largo.

     -Papá, llegaste.

      -Sí, mi amor, llegué, te extrañé un montón.

     -Y yo a ti.
     Luego de nuestras muestras afectivas le dije categóricamente a su maestra:

     -El Saltimbanqui no viene el viernes.
     Decidí que me lo llevaría a la playa en día de clases. (Y él sabe que está perdiendo clases) No me gusta la playa pero al chico le encanta y ni loco lo llevaría sábado.

     Una vez me contó René Monclova que su padre, cuando cobraba una buena cantidad de dinero, decidía irse con él y sus hermanos a dar una vuelta por la isla, que eran varios días en los que perdían clases. Y me lo contó con un entusiasmo y con una emoción tremenda por ser algo que recuerda y atesora con un cariño tremendo.
     Pensando en eso, fue que tomé la decisión de llevármelo en día regular. Si algún día el Saltimbanqui logra contar esta aventura con la mitad del entusiasmo con que me lo contó René, seré más que dichoso.

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