-Papá, llegaste.
-Sí, mi amor, llegué, te extrañé un montón.
-Y yo a ti.
Luego de nuestras muestras
afectivas le dije categóricamente a su maestra:
-El Saltimbanqui no viene el
viernes.
Decidí que me lo llevaría a la
playa en día de clases. (Y él sabe que está perdiendo clases) No me gusta la
playa pero al chico le encanta y ni loco lo llevaría sábado.
Una vez me contó René Monclova
que su padre, cuando cobraba una buena cantidad de dinero, decidía irse con él
y sus hermanos a dar una vuelta por la isla, que eran varios días en los que
perdían clases. Y me lo contó con un entusiasmo y con una emoción tremenda por
ser algo que recuerda y atesora con un cariño tremendo.
Pensando en eso, fue que tomé
la decisión de llevármelo en día regular. Si algún día el Saltimbanqui logra
contar esta aventura con la mitad del entusiasmo con que me lo contó René, seré
más que dichoso.
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