jueves, 26 de noviembre de 2009

Publicar

-¿No sentiste envidia?- Preguntó mientras caminábamos bordeando la bahía.
-¿Envidia? ¿Por? –Me hice el desentendido.
-¿Por qué le publicaron el libro a él y no a ti?
-No. No siento ninguna. Al contrario, me alegra muchísimo.
Nos detuvimos un instante. Pasó un barco y me distraje viéndolo pasar. Era un carguero, de esos que llegan llenos de mercancías inútiles y se van vacíos. A esa hora parecía una sombra, sólo tenía encendida varias luces verdes, las necesarias para que otras embarcaciones la divisaran a lo lejos. Es extraño pensar que la basura de otros lados, la recibimos aquí, pero la nuestra también se queda. Por eso nos ahogamos en tanta mierda. Todo entra pero nada sale.
-Pensé que sí, que estabas molesto- Casi lo susurró, como si temiera sacarme de mis reflexiones.
-Publicar es una gran responsabilidad. Además, ya me iban a publicar, yo le dije que esperara a que terminara de escribir lo nuevo. Lo que he escrito hasta ahora no merece publicarse.
-¿Tú crees? A mí me parece que sí, que tienen los méritos.
-Eso lo dices porque me aprecias.
-Eso lo digo porque lo creo.
-Uno no puede escribir con prisa. Y aquí el teatro se escribe a la ligera. Y eso es un problema. Podríamos tener mejores obras, pero por la ansiedad de llevarlas al escenario, no se pulen. Pienso que quizás una o dos de las mías podrían publicarse. Pero con lo que sé ahora, siento que deberían quedarse en la computadora.
Continuamos la caminata por los adoquines.
-Si tú lo dices. ¿Y te falta mucho?
-Sí. Tengo toda la investigación hecha. Pero este doctorado me está quitando más tiempo del que quisiera. Me paso leyendo pero novelas. Y es chévere. Me he leído casi todo lo que ha salido publicado en estos últimos años.
-¿Y qué te ha parecido?
-Que nuestra literatura es muy variada y muy compleja también. Es una pena que todo se quede aquí y no salga a otros lugares.
-Veo. ¿Y cómo eso te ha ayudado?
-Mucho y en nada. Yo creo que es mejor seguir el instinto. Absorber lo más que se pueda de las lecturas, pero seguir el instinto, escuchar la voz interior, esperar que el espíritu otorgue, como dice un profesor que me da clase, es lo mejor. Ya no estoy interesado en escribir comedias.
-¿No? A mí me gusta tu humor.
-Eso fue una etapa muy graciosa de mi vida. Pero desde que nos dejamos, ya no me dan muchas ganas de reír.
-¿O sea que es mi culpa?
-De los dos, realmente. Lo que vivo actualmente, es… diferente. Ni bueno ni malo.
-De muchos ajustes.
-Exacto, de muchos ajustes. Yo quiero que cuando publiquen algo mío, sea algo que valga la pena, que sea memorable. No quiero que se salga al mercado un producto que luego, con los años me arrepienta.
Llegamos hasta el estacionamiento multipisos. La acompañé hasta su auto.
-Gracias por acompañarme a la presentación del libro del compadre… y por el mantecado- Me dijo mientras se despedía dándome un beso en el cachete- Vete a escribir, eso lo que tienes que hacer y deja ya de auto compadecerte. No te hace bien.
-Eso haré.
Una llovizna los guió de regreso a sus respectivas casas.

martes, 3 de noviembre de 2009

...

¿Qué te costaba darme un abrazo?