Vi al Saltimbanqui con un palo
en el momento que le iba a dar a uno de sus carritos.
-No puedes romper todos tus
carritos. Eso me cuesta dinero y nosotros no somos ricos.
-Pero yo no voy a romper todos
mis carritos, sólo éste que está roto.
-Está bien...-le
dije con un dejo de resignación.
- ¿Puedo
romperlo?
-Rómpelo, qué remedio!
-Mira papá, le estoy dando
duro. Mira, rompí el cristal.
Al rato trajo otro carro para repetir el
ritual con el palo.
-No puedes romper más ninguno-
le dije con firmeza.
-Es que me dijo una mala
palabra- dijo para justificar.
-¿Y por eso vas a romperlo?
-Sí.
-No inventes.
Válgame, si él va romper algo cada vez que
hable malo, estaré cogiendo palos a cada rato.
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